El Cairo (y II)

La visita a esta ciudad es una auténtica aventura. Lo comprobaréis enseguida, e cuanto cojáis un simple taxi. Aquí los taxímetros no funcionan nunca, la gente ya conoce el precio del trayecto de un punto a otro de la ciudad y simplemente para al taxista y le comunica su destino. Si a este le viene bien la dirección le hace subir y al final le recoge el dinero. El taxista recogerá a más gente por el trayecto si la dirección coincide. Alguna vez puede haber alguna diferencia de opinión sobre el precio de la carrera, pero no es habitual. Para vosotros, sin embargo, simples y descarriados turistas, esta forma de funcionar os supondrá un problema. deberéis discutir el precio de la carrera antes de subiros al taxi porque, si no, os espera una acalorada discusión al llegar a vuestro destino. Es bastante normal que el precio de la carrera desde el aeropuerto al hotel sea prácticamente el doble que el precio del hotel al aeropuerto. Como se suele decir, las novatadas se pagan, aunque esta novatada sólo os costara dos o tres euritos, algo bastante trivial para vosotros pero un buen dinerito para ellos.


Aún a pesar de todo esto, el taxi es uno de los métodos de transporte más recomendables. Solamente el metro puede resultar una alternativa, como forma de sortear los continuos atascos, siempre que estéis dispuestos a soportar las estrecheces que los transportes públicos comunitarios conllevan en esta multitudinaria ciudad. Los autobuses, además de ser tanto o más multitudinarios, tienen el mismo problema que el taxi, los atascos, con el añadido de que su tamaño les impide moverse con la misma agilidad.


En fin, lo importante para moverse por El Cairo es evitar las horas punta, cosa que no es nada fácil en una ciudad en la que a cualquier hora hay millones de personas desplazándose de un sitio a otro.