El Camino Inca (Perú III)

Lo que hoy conocemos como Camino Inca perteneció antaño a una extensa red de caminos que conectaban los cuatro puntos cardinales del Tawantinsuyo, el llamado Imperio Inca, con la capital de dicho imperio, Cuzco, que en Quechua significa "Ombligo del Mundo". Esta extensa red de caminos unian desde Quito en Ecuador, Pasto en Colombia, Atacama en Chile y Tucumán en Argentina con el centro de aquel gran imperio en el que "El Inca" residía, la ya mencionada ciudad del Cuzco. Estos caminos fueron parte importante en la prosperidad del Tawantinsuyo al facilitar las comunicaciones y el intercambio de mercancias entre sus diferentes partes, lo que en estas escarpadas tierras no resulta tarea fácil, sobre todo cuando llega la época de lluvias y los caminos se convierten en terribles lodazales extremadamente resbaladizos al borde mismo de profundos barrancos. Pero su principal función era la militar, de forma que las tropas se pudieran mover rápidamente a través de ellos y, mediante enclaves estratégicos, controlar su tránsito.

Hoy en día este camino se ha convertido en uno de los mayores atractivos turísticos del Perú. Junto a la "perdida" ciudad de Machu Pichu suponen más del 50% de los ingresos por turismo de este país. Esta es una de las razones por las que ninguna carretera llega hasta aquí. Para acceder a la ciudad hay que caminar varios días o tomar el tren que nos lleva hasta Aguas Calientes, al pie del cerro sobre el que descansan los restos. Contando además con que unas 2.500 personas visitan diariamente el lugar, podéis imaginar la masificación de todos los accesos. La caminata de tres días por el principal de los caminos Incas, el que antaño unía Quito con Tucumán pasando, cómo no, por Cuzco a través de 5.200 km, es uno de los trecks más concurridos que he hecho en mi vida. A pesar de la limitación a 500 personas diarias, el Cápac Ñan (Camino Real) se convierte, en los lugares más escarpados, en una larga fila de personas que se extiende delante y detrás tuyo. En esta fila se entremezclan turistas y porteadores, fácilmente distinguibles por la cantidad de carga que transportan. Todos ellos conforman una singular comitiva junto a la cual realizas el camino y charlas por las tardes cuando llegas a las zonas de acampada habilitadas a lo largo de toda la ruta. Estas zonas sufren el castigo de la masificación pero, al mismo tiempo, limitan este daño a lugares determinados, evitando que se extienda por toda la longitud del camino y facilitando la limpieza y el cuidado. Aún así, para caminantes acostumbrados a caminatas solitarias, esta ruta puede resultar un poco agobiante si no se disfruta de una forma distinta, entablando amistad, o simplemente conversación, con nuestros ocasionales acompañantes. En las Naciones Unidas no encontraréis una diversidad cultural como la que vais a encontrar en estas largas jornadas de esfuerzo.

Nos recogió un pequeño colectivo en Cuzco que nos transportó hasta el principio del camino situado en Cori-huayra-china (del quechua "venteadero de oro"). Tras almorzar y pasar los trámites burocráticos, accedimos al camino que en un primer momento sigue la vía del tren y el cauce del río hasta que se separa de él internándose por un largo valle envuelto en las brumas que la tarde y el bosque siempre traen a estas alturas del año. El esfuerzo del primer día es liviano, no más que un paseo que nos aproxima al verdadero esfuerzo de esta caminata. Durante esta jornada podremos contemplar varios antiguos asentamientos, tanto de índole religiosa como agrícola, cosa que en la cultura Inca no andaba muy separado. El guía nos ayudará a distinguir cómo aquellas gentes aprovechaban las formas que la naturaleza les ofrecía para recrear sus símbolos sagrados. Así podremos ver a la serpiente, símbolo del submundo, en las eses de un río que abraza una zona agrícola de terrazas. O el puma, símbolo de nuestro mundo terrestre, inscrito en la forma de una pared rocosa. De esta forma tan amena llegaremos al primer campamento, un rosario de pequeños claros numerados que son asignados a cada grupo y que siempre se encuentran cerca de alguna casa. Los lugareños aprovechan esta circunstancias para obtener algún dinero extra con la venta de refrescos y otros artículos. A cambio son los responsables del mantenimiento de los sanitarios instalados en su zona.

El atardecer nos ofreció un bello espectáculo en el que diminutos colibrís de mil colores libaban el néctar de las flores mientras al fondo las nubes jugaban con la cumbre nevada de Montaña Verónica. La luz se difuminó en una clara y fría noche en la que la tertulia se alargó más de lo que debería para el esfuerzo que nos esperaba.

El segundo día amaneció frío y brumoso pero el sol se encargó rápidamente de disipar cualquier duda. Por delante nos esperaba la mayor altura que atravesaríamos en todo el treck, el paso de Huarmihuañusca o paso de la Mujer Muerta, con sus 4.200 m., representa un enorme esfuerzo para todos aquellos viajeros con prisas que no han realizado una conveniente adaptación a la altura. En realidad, a pesar del desnivel que hay que salvar desde el campamento, si habéis realizado una buena adaptación y contáis con la inestimable ayuda de la "hoja sagrada" no será tan terrible como lo que os espera al día siguiente.

El camino se interna en el valle hacía su cabecera, atravesando zonas de espesa vegetación y alcanzando sin demasiado esfuerzo las zonas de descanso habilitadas y en las que encontrareis gente bien dispuesta a venderos agua, refrescos o alguna cosa de comer. Es después de la segunda de estas zonas, donde se conjugan el aumento de la pendiente y la ya considerable altura, donde a vuestros pulmones les comenzará a faltar el aire y vuestra cabeza empezará a preguntarse por qué estáis aquí. Cuando esto ocurra dejad de mirar la larga fila de personas que se extiende delante vuestro y giraros a mirar la majestuosidad de las montañas y el bosque que, poco a poco, vais dejando atrás. No tengáis prisa, no se viene aquí a correr ni a ser más rápido que nuestros ocasionales compañeros de treck. Lo importante es buscar el ritmo que nos permita disfrutar de esta hermosa experiencia, aunque esto suponga que nos adelanten las quinientas personas que caminan con nosotros.


El paso es un lugar ideal para descansar y reunirse con el desperdigado grupo, siempre que el tiempo acompañe. El viento puede soplar con mucha fuerza , lo que suele limitar bastante la estancia en este lugar. Sin embargo hoy parece que el viento no debe ser tan fuerte (aunque sopla con ganas) porque hay bastante gente aquí arriba sacándose las correspondientes fotos. Nosotros nos reunimos también y tomamos un bocado contemplando el espectacular paisaje a ambos lados del collado. Las nubes jugaban al escondite entre los escarpados valles mientras el sol lo hacia con nosotros.

Comenzamos la bajada al mismo tiempo que la niebla comenzaba su ascensión y nos incluía en su peculiar juego de escondite. Tan pronto nos encontrábamos inmersos en una nube como el sol brillaba encima nuestro. Debajo nuestro un fluctuante mar blanco nos ocultaba nuestro campamento, el que sólo pudimos ver tras descender por debajo de las juguetonas nubes. Tras un pequeño esfuerzo más llegamos a una extensa area de acampada dispuesta en terrazas separadas para cada grupo. Allí nos esperaban ya las tiendas montadas y por fin pudimos abandonar la mochila, que ya parecía habérsenos incrustado en la espalda.
La tarde transcurrió tranquila, tanto que un pequeño antílope acudió a comer hasta las cercanías y se dejó, no sin cierto recelo, fotografiar por nuestras "inquietas" cámaras.

Tras la cena y con la noche llegó la tormenta y nos retiramos a nuestros sacos. Intentámos conciliar el sueño pero era imposible con semejantes truenos. Parecía como si la montaña se desgajara y luego se derrumbara hasta casi rozar nuestras tiendas. El cielo se iluminaba intensamente y casi de inmediato el suelo vibraba debajo nuestro mientras todas las montañas del mundo chocaban unas contra otras. Al finál todo se calmo y pudimos conciliar el sueño, mientras la lluvia repiqueteaba sobre las lonas de nuestras tiendas.

La mañana amaneció fresca y humeda mientras el sol jugaba al escondite entre las nubes. Desayunamos mientra nuestra guía nos contaba que en aquel lugar, según la leyenda, habitaban los "machus", unos espíritus que se dedicaban a importunar a los viajeros y que, según se decía, provocaban el sueño de las mujeres para dejarlas preñadas. Como podéis imaginar nos reimos un rato de la leyenda, pero la cara de nuestra guía indicaba que ella creía firmemente en ella y que había pasado una noche terrible pensando que todos aquellos ruidos que la tormenta había provocado no eran si no manifestaciones de estos espíritus tan "juguetones". Comenzamos la caminata ascendiendo al primer collado del día entre la larga serpiente de gente que siempre acompaña en estos pasos. Sobre él nos esperaban los primeros restos de la jornada, un asentamiento mezcla de puesto militar, templo y posada en la que descansaban los corredores que conformaban la eficaz red de "mensajería" del imperio. Cada corredor realizaba unos kilómetros y cuando se acercaba al fin de su etapa hacía sonar un cuerno para que el siguiente corredor estuviera preparado. De esta forma, se cuenta, el Inca podía comer pescado fresco traido desde el mar y que llegaba hasta él en un solo día. A un lado del collado se podía apreciar una ventana en la roca por la que, según nos relató nuestra guía, el sol iluminaba al amanecer del solsticio de verano una roca sagrada en el asentamiento que se encontraba descendiendo por el otro lado del collado.

Tras un corto descenso alcanzamos éste lugar y desde él contemplamos la ventana sagrada. Como ésta era natural no cabe más que suponer que todo el asentamiento, y en especial el pequeño templo al aire libre, se habían construido en función del lugar indicado por el sol en ese día tan especial. La obsesión de este pueblo por el sol y las fases del año tiene un fundamento mucho más que religioso ya que de esta forma podían controlar las fechas de siembra, cosecha y demás actividades agrícolas tan importantes para ellos.

Continuamos la larga caminata que ese día nos esperaba y que nos llevaría a atravesar dos collados más entre los cuales las ascensiones acumulaban cientos de metros en nuestras piernas y los descensos por las estrechas escaleras dejaban su inflamado recuerdo en nuestras rodillas. Era alucinante contemplar a los porteadores bajar corriendo con sus pesados fardos por aquellos minúsculos escalones por los que nosotros bajábamos intentando alejar el vértigo de nuestras mentes.

Atravesamos varios asentamientos ese día, todos de caracter agrícola, pero uno en especial se destaca entre ellos. "Intipata" (Lugar del Sol) se ve por primera vez desde el último de los collados que se atraviesan en esta larga jornada. Situado a media ladera parece minúsculo desde allí, lo que nos dá una cercana impresión de la altura a la que nos encontramos. Parece tan solo una muesca tallada en la verde selva que lo rodea, pero al acercarnos nos damos cuenta de sus verdaderas dimensiones. Estrechas terrazas cubren más de cien metros de desnivel en la empinada ladera, comunicadas por vertiginosas escaleras de estrechos escalones en las que caminar se convierte en casi un ejercicio de circo. En ellas se cultivaban, según la disposición y elevación, distintos tipos de plantas comestibles que luego se enviaban a los distintos asentamientos y, cómo no, a la capital del imperio.

Tras Intipata llegamos al último campamento antes de Machu Pichu. En él encontramos incluso un bar en el que desgustar una cerveza fría y donde pudimos sentarnos en una terraza desde la que se comtemplaban los hermosos y profundos valles. Sobre ellos, debido a la gran humedad de la zona que provoca pequeños chubascos, los arcoiris coronaban las montañas dandole al lugar un halo mágico. Esto, mezclado con la cercanía de nuestro destino, la mítica ciudad perdida, provoca un estado contemplativo que nos aleja del bullicioso entorno en que nos encontramos.

Después de una excelente cena llegó la despedida de los porteadores. Intercambiar regalos y comentar las anectodas del viaje nos permitió acercarnos un poco más a esos superhombres que nos habían permitido, gracias a su esfuerzo, este mágico viaje. Por la mañana ellos se dirigirían directamente al tren mientras que nosotros nos encaminariamos al último control del camino, para intentar ser de los primeros en alcanzar la mítica ciudad y evitar las aglomeraciones que, inevitablemente, se producen en este apartado pero concurrido lugar.

Nos levantamos antes que el sol y tras despedirnos de nuestros amigos definitivamente nos dirigimos hacia el control de entrada. No eramos los primeros en llegar y tampoco podíamos distinguir delante nuestro cuantas personas había debido a la impenetrable oscuridad pero, poco a poco, el sol fue saliendo tras la capa de nubes y, gracias a su calor, estas fueron ascendiendo a traves del bosque mientras se dejaban atrás jirones enganchados en las copas de los arboles. Un amanecer mágico, como tantas otras cosas en estos lugares, que nos preparaba para la ansiada visión.

No eramos los primeros pero estabamos cerca, así que, tras formalizar los últimos trámites, comezó una extraña carrera en la que una regla tácita te impedía adelantar a tu predecesor si este no se apartaba a un lado, con lo cual la única manera de avanzar era pegarte a él para que aumentara el ritmo y conseguir que se agotara y te dejara pasar. Curioso pero un poco estresante. El premio de esta carrera era ser uno de los primeros en alcanzar "Intipunku" o Puerta del Sol, la mítica puerta por la que solamente el Inka y su nobleza podían acceder a esta impresionante ciudad. Desde allí la visión es espléndida. Toda la ciudad se despliega delante nuestro y las habituales brumas la envuelven confiriendole un halo mágico que despierta nuestra sobrexcitada imaginación. Este es el fin de la larga caminata. Ahora sólo nos queda vagar por los hermosos restos y contemplar la magnificencia de esta civilización, pero no debemos olvidar que ésta fue construida con el sudor de los pueblos vencidos y que eran trasladados aquí a la fuerza para cultivar estas tierras. Debido a ello, cuando el Incanato fue destruido por la guerra civil y la "oportuna" llegada de los españoles, todas estas monumentales construcciones fueron abandonadas por sus pobladores que, sin más, regresaron a sus tierras de origen.

Un hermos viaje con un hermoso final del que, si tenéis curiosidad, podréis encontrar fácilmente la información que queráis en la red. Yo, por mi parte, atesoro el recuerdo de este viaje y de sus cambiantes paisajes en un privilegiado lugar de la memoria, junto a los compañeros con los que viví estas hermosas jornadas: Espe, Fernando, Raul y Gonso, un abrazo para todos.